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CONTRA EL HEROÍSMO

Publicado: 2012-01-20

"La historia es la esencia de innumerables biografías." (Thomas Carlyle)

“Desgraciado el país que necesita héroes.” (Bertold Brecht)

“Un héroe es todo aquél que hace lo que puede” (Romain Rolland)

Me he levantado iconoclasta esta mañana, con ganas de darle la vuelta de un revés a alguna perogrullada social, de esas que de tanto ser repetidas ya carecen casi completamente de contenido y solamente se sostienen por la propia inercia de la estructura de la sociedad, de la ciencia de la historia y de la práctica educativa. No es la primera vez que trato estos tópicos, los he discutido con civiles y militares, con sostenedores absolutos y detractores completos del concepto, y de hecho tiene alguna trascendencia por los acuerdos y desacuerdos que levanta.

Heroísmo y Currícula

Lo cierto es que el concepto de Heroísmo cruza a tres disciplinas con las que me siento identificado y en las creo tener alguna competencia: La Educación, la Historia y la Ciudadanía. El Heroísmo y los Hechos de los Héroes se enseñan en el área de Sociales, se supone para formar a los ciudadanos en ciertas virtudes ciudadanas. Ello justifica que las instituciones militares hagan el lobby correspondiente frente al sector Educación para integrar a la Currícula ciertos conceptos corporizados en determinados personajes con los que dichas Instituciones se identifican. Queda patente la intención de integrar a la educación algunos Valores propios de la milicia, lo que no es solamente una cuestión teórica. En el Discurso del 9 de Diciembre pasado, el Presidente de la República nos soltó el concepto de guardianes socráticos – véase mi artículo de entonces “La Guardia de Sócrates” – evidenciando el aparente fracaso del esquema de Servicio Militar Voluntario, y la necesidad de restablecer el Servicio Militar Obligatorio. Se habría evaluado que el SMV no ha sido debidamente alimentado desde el sistema educativo, y es probable que ello refleje las dificultades que el sector Educación presenta para presentar, difundir y fomentar tanto los Valores en general como los valores que las Instituciones armadas fomentan.

Héroes e Historia

Por otra parte está la Ciencia de la Historia, la evolución de sus conceptos y de los instrumentos que nos proporciona. El mismísimo concepto de Héroe es vetusto, y su formulación teórica más importante provendría de las seis conferencias de 1841 publicadas en forma de libro con el título “Los Héroes”, de Thomas Carlyle. Las conferencias son brillantes y expresan la profunda admiración por los hechos extraordinarios del hombre en solitario, y se disfruta su lectura. El problema no está en la belleza de la forma, sino en los instrumentos intelectuales con los que hacemos los juicios históricos.

Concepto de Héroe

En el debate sobre el concepto de "héroe", es interesante que constantemente lo tengamos presente, así como su antinomia, el concepto de Traidor. Nuestras dificultades para el pensamiento abstracto determinan que en vez de mirar lo que es común al concepto nos concentremos en las personas que los corporizan, lo que implica caer fácilmente en ciertas contradicciones. En el concepto difuso de Héroe se traslucen las ideas de Carlyle, que les entrega la operación del motor de la Historia, dado el carácter divinizado, profético y/o visionario que el individuo héroe logra en su acción, sea desde lo religioso (Odín, Mahoma, Lutero), lo literario (Dante, Shakespeare, Rousseau) o lo político (Cromwell, Napoleón). Es notable la difusión del concepto en diversas culturas. La excelente película china “Héroe”, con Jet Li como protagonista, plantea los hechos extraordinarios de diversos personajes protagónicos, que al final palidecen delante del verdadero “héroe”, que es nada más y nada menos que el presunto malo de la película, es decir el propio emperador, cuyo heroísmo reside en su sacrificio y obra como unificador, y cuyo planeado asesinato por los otros protagonistas no se realiza.

Héroes y Diccionarios

Héroe, heroína s. m.

1 Persona admirada por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor.

2 culto Personaje principal de una obra literaria o de un guion cinematográfico.

3 En la mitología griega y romana, hijo nacido de la unión entre un dios y un ser humano.

Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.

Héroe

s m héroe ['eɾoe]

1 persona venerada por realizar proezas con gran valentía

2 personaje principal de una trama literaria, teatral o cinematográfica

3 personaje mitológico hijo de un dios y un hombre

Kernerman Spanish Learners Dictionary © 2008 K Dictionaries Ltd All rights reserved.

Hay varios elementos interesantes. Originalmente el héroe poseía carácter semidivino y participaba de ciertos caracteres de la divinidad, aunque en un concepto específicamente humano, y no por nada los griegos consideraron que la comisión de hechos extraordinarios objetiva ciertos ideales que desearíamos ver difundidos y replicados socialmente. El héroe realiza proezas o hazañas, por definición “fuera de lo ordinario”, y el valor o valentía está presente en la medida en que sin dicha cualidad no se podría realizar proezas o hazañas. Hasta aquí estoy casi seguro que hay acuerdo.

Veneración

El tema de fondo a mi ver no está tanto en la persona del héroe, sino en lo que se espera que hagamos con él, que si entiendo bien nos lleva a la cuestión de la “admiración” o “veneración” que supuestamente despierta el héroe al realizar su acto o actos de valor. Se entiende que el héroe debe ser venerado, es decir se le debería profesar sentimientos de respeto y admiración, por causa de la realización de sus hazañas o proezas.

Veneración s. f.

1 Demostración grande de amor y respeto hacia una persona a causa de su virtud, dignidad o santidad.

2 Culto que se rinde a Dios, a los santos o a las cosas sagradas.

Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.

s f veneración [beneɾa'θjon]

1 sentimiento profundo de respeto y admiración que se tiene por alguien o algo.

2 culto rendido a Dios y a las cosas sagradas.

Kernerman Spanish Learners Dictionary © 2008 K Dictionaries Ltd All rights reserved.

Otra vez encontramos la divinización del Héroe, algo definitivamente muy al estilo de Carlyle. Al “admirar” caeríamos en la cuenta que los hechos del héroe lo “elevan” sobre la mayoría de las personas, es decir lo vuelven “egregio” (fuera de la grey o rebaño). Como el héroe hace cosas que no se espera que haga la mayoría de la gente, se sale del común y de lo común. Lo que el héroe hace representa valores que le superan, a nadie se le ocurre declarar héroe a alguien que no hace más que sobrevivirá a la adversidad. Atravesar la Selva Amazónica, el Desierto del Sahara o las soledades del Antártico son hazañas o proezas, qué duda cabe, pero no califican como heroísmo, pues es algo que se hace en función de la propia supervivencia. Ello no es algo “admirable”, pues todos intentaríamos hacer lo mismo en tales circunstancias, en especial si no nos quedara más remedio, y no es digno de ser admirado o venerado lo que ocurre normalmente.

A nadie se le ocurre motejar de héroe a un gran boxeador o futbolista, por más que obtenga combatidas, numerosas y extraordinarias victorias. Nadie lo “venera”, incluso si somos sus fans, aunque con seguridad podemos verlo como un ejemplo en lo deportivo o en la vida. Nos agrada una buena pelea o un buen partido, pero no “veneramos” al boxeador o al futbolista, a no ser que tenga que vencer grandes dificultades y lo haga “representando” valores mayores que él mismo. Joe Louis era un extraordinario pugilista, pero sólo fue héroe para un sector de los norteamericanos cuando derrotó a Max Schmelling, que de algún modo representaba a la Alemania Nazi y sus doctrinas raciales. Por más que Louis fue instrumentado por los genios de la propaganda USA durante la Segunda Guerra Mundial, nunca llegó realmente a cuajar como héroe popular. Si las películas sobre Rocky, protagonizadas por Sylvester Stallone, fueron populares, se debió a que los guionistas hacían trascender la trama hacia ciertos Valores. Pelé convirtió más de mil goles y fue campeón del mundo tres veces, pero no llega a calificar como héroe, aunque sí como ejemplo de vida.

El problema con la veneración y en menor medida con la admiración es que como actividades intelectivas son una suerte de paquete completo del que la evaluación, el pensamiento crítico y el análisis histórico están ausentes. Casi podríamos decir que en esta medida, aceptar el componente de veneración en el heroísmo implica una suspensión del juicio para proceder a una simple aceptación acrítica de una determinada escala de Valores subyacente. Ello, por cierto, puede ser relativamente válido dentro de una estructura institucional, como es el caso de las instituciones militares.

Héroes y Valores

Para que el héroe sea objeto de veneración por las grandes hazañas que realiza, tiene que realizarlas en función de algo que sea más grande que él. En este sentido, un héroe peruano como José Olaya – pescador que durante la Independencia fue miembro de la resistencia antiespañola y hábil correo y espía - califica tanto por el valor demostrado en sus actos extraordinarios, como por el hecho de que los realiza en nombre de la libertad e independencia de los peruanos. Pero ello no bastaría para hacerlo héroe, muchos actuaron así durante la Independencia. Hasta ahí Olaya actuaba como un patriota leal, honesto y valiente que cumplía con su deber, y no más. Su heroísmo se patentiza cuando es capturado, se come las cartas comprometedoras y se niega a delatar a sus compañeros, a pesar de la tortura y posterior fusilamiento. Lo cierto es que la mayoría frente a la muerte arruga y delata. Ello sería lo normal, porque la tortura y la amenaza de muerte no son moco de pavo. El héroe sacrifica los valores comunes y corrientes que comparte con el resto, y demuestra su “carácter semidivino” al aceptar incluso su desaparición física en función de valores que, debido a su sacrificio, se elevan.

En este sentido, podemos encontrar valores supremos representados por héroes-santos como el Buda o el Cristo, que entregan su vida en función de valores considerados de enorme trascendencia. Aceptarlos como figuras heroicas implica aceptar las escalas de valores que representan.

Algunas Contradicciones

Muchos pelearon en las guerras de independencia con valentía, entre otras razones porque estaban convencidos de los valores de Libertad e Independencia por los que arriesgaban el pellejo. Hay actos de heroísmo colectivo que no están visibilizados. Si se examinan los primeros combates de la Independencia producidos antes, durante y después de la Rebelión de José Gabriel Condorcanqui – Túpac Amaru II – sorprende el número de bajas de ambos lados, muy pequeño del lado realista y muy numeroso del lado patriota, debido a la falta de armas de fuego y las comunes masacres inmediatamente posteriores a la batalla en sí misma. Cabe preguntarse qué clase de heroísmo o inconsciencia colectivas determinaron que haya gentes que enfrenten armas de fuego con gritos, hondas y macanas, y más o menos conocedores de que les van a sacar la mugre a cañonazos y balazos. Si esto no califica como heroísmo colectivo, pues no sé qué otra cosa califica.

Por otra parte imaginemos el caso de un joven que se lanza a las aguas para rescatar a alguien que se está ahogando. Parece que califica como héroe, sobre todo si tiene éxito, aunque éste no sea determinante. Ahora imaginemos que este salvador se dedica a la estafa u otros delitos para “ganarse la vida”. Entiendo que este segundo hecho no elimina el primero. Me viene a la mente el caso de Alfonso Ugarte, que me parece calificó como héroe mucho antes de arrojarse – si es que lo hizo – del Morro de Arica en 1880. La carta que escribió el día anterior señala con toda claridad que no reconoce de ninguna manera a un hijo que ha tenido, con todas sus letras, y le priva de una eventual herencia. No es, pues, un santo, ni siquiera un buen cristiano. Pero ello no quita el acto de valor que implicó su presencia en la reunión del 6 de junio de 1880, cuando todos los oficiales por unanimidad deciden quedarse en el Morro de Arica a morir, como los espartanos en las Termópilas. Y así Ugarte hubiera muerto por un resbalón con una cáscara de plátano, la proeza estaba ejecutada desde el momento en que decidió que “aquí estamos y aquí nos quedamos”. De lo que se trataba era de defender a la Patria invadida en la esperanza de hacer mella en el “enemigo victorioso” (Telegrama de Bolognesi), para lo que se estaba dispuesto a renunciar al propio pellejo. Y eso, dejémonos de vainas, es heroico.

¿Culto a la Muerte?

Siempre me ha sorprendido encontrar que la mayoría de los héroes que “veneramos” en general han muerto en circunstancias de derrota. Pareciera que la única manera de acceder al heroísmo es ser derrotado y morirse, y francamente eso me molesta. Claro es que nos evitamos problemas como el del héroe ateniense de la Batalla de Maratón, Milcíades, que murió encerrado en un templo, sitiado por sus conciudadanos cuando pretendió alzarse con la Dictadura; es decir héroe primero y al final villano. En nuestra historia nacional, se ha escrito que el General Cáceres, héroe de nuestra resistencia, debiera haber muerto, pero yo encuentro mucho más aleccionador el que no se haya rendido al enemigo invasor y haya vivido para seguir participando. Entiendo que esta suerte de Culto a la Muerte pueda tener reminiscencias heredadas, pero no lo entiendo desde una perspectiva de futuro.

No carecemos de héroes victoriosos. José Quiñones, patrono de nuestra aviación militar, con el avión impactado por el enemigo y en trance de muerte, prefiere hacer interesante su sacrificio haciendo cisco un nido de ametralladoras enemigo, y contribuir así a la victoria de nuestras armas. Ya que estás en el trance, hazlo productivo pues, y me parece que eso denota valores más elaborados e interesantes que eso de morir por la patria cuando nos ganan. De hecho, como se dice en otras latitudes, soldado que huye pelea otro día, lo que ha sido costumbre de todos los guerrilleros del mundo desde la Guerra de Independencia Española frente a Napoleón: Golpea y huye. Nada sustituye a la victoria, nos guste o no. Y es deprimente que nuestra gente solo alcance el máximo de su escala de valores siendo derrotada y muriéndose. Ya pues, eso ni es adecuado ni es inteligente, y no hay muchacho con medio dedo de frente que se lo coma.

Existe una actitud que rechaza el heroísmo clásico, más o menos estoico – práctica, que se resume en una frase atribuida al General Patton: “No quiero héroes en mi ejército que mueran por la patria, ayudemos al enemigo a morir por la suya” (Cita de memoria, así que la cita puede ser apócrifa o inexacta). Una vez leí un sticker: “Desterremos el coraje”, que vendría más o menos a significar que antes que la valentía malentendida de necesariamente tener que morir por la Patria, es preferible vivir por ella o por cualquier causa que entendamos valga la pena. En ese sentido, me parece que morirse es un error, que no se trata de darle culto a la muerte, que es, por desgracia, en lo que suele devenir el “culto al héroe” sino en cualquier caso de sustituirlo con un “culto a la vida” que reformule el concepto de proeza o hazaña valerosa en función de una causa mayor, para incluir todas las circunstancias. Creo, por ejemplo, que los muchos años de prisión de Nelson Mandela le asignan fácilmente la condición de héroe de la lucha contra el apartheid, a pesar de su divorcio de Winnie Mandela, y de sus seguros defectos como persona humana.

Colofón

La modernidad ha reformulado tanto los conceptos vinculados a la guerra, como sus objetivos y formas de hacerla. El concepto de gloria militar que seguimos manejando como una suerte de leit-motiv para ejemplo de nuestra juventud es francamente vetusto. Nuestra Guerra interna contra Sendero y el MRTA proporcionó héroes militares y civiles, individuales y colectivos, muchos de ellos desconocidos y otros francamente reducidos a la mínima expresión por razones de política menuda. Desde María Elena Moyano hasta los ejércitos Asháninkas, desde los policías en sus comisarías hasta los soldados en los puestos más remotos, son sobran los héroes. Ahora que repensamos vuestra currícula, puede ser hora de considerarlo. Y punto por hoy.


Escrito por

Javier Bellina de los Heros

Profesor, es decir, sobreviviente. Lector e iconoclasta, con ciertos límites. Libre e independiente por la voluntad particular mía. Con aspiraciones ciudadanas libertarias. Con alguna que otra idea, y bastante bilis. Admirador de Orfeo, radical pensante, pero


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Memorias de Orfeo

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